Por: : Juan
Pérez Andariego
Nunca
hablo de política porque la considero un vodevil sin embargo, después de lo
visto el ocho de julio, me voy a lanzar a la piscina.
Donald
Trump empezó su carrera a la presidencia insultando nuestra inteligencia,
faltando el respeto a todos los latinos y especialmente a los mexicanos. Agitó
violenta e incontables veces la bandera del odio como forma de crecimiento
electoral, como divisor social dando alas y alimentando a la facción más
racista, fascista y envidiosa (blanca y latina) de los E.E.U.U. sin embargo durante al visita de AMLO, Trump se mostró totalmente diferente, respetuoso y ecuánime. Andrés Manuel
López Obrador, también, lució muy correcto en su actitud y palabras,
absolutamente a la altura del encuentro. Me gustó el recordatorio histórico de
Juárez y Lincoln, me gustó que destacara los agravios entre ambas potencias, pero también los buenos momentos entre México y Estados Unidos, me gustó el
guiño al esfuerzo de empresarios y el aplauso a la imaginación y el buen hacer
de los obreros mexicanos recordando que sin ellos no podría funcionar la
maquinaría laboral. No sentí lambisconería por su parte. México ha de sentirse
feliz por ello.
No dejo
de pensar que la política es un maldito circo como el futbol, la súper bowl, La
Voz, American Idol, Hollywood, óscars, grammys, los programas de chismes y
demás distractores sociales donde cada movimiento es un gran juego amañado con
un claro objetivo: idiotizarnos para manipularnos. Es más seguramente este par
de dos sean marionetas de la élite oscura y me queda claro que son políticos,
en el mal sentido de la palabra (¿Hay uno bueno?), seguramente se ríen de sus
pueblos a nuestras espaldas no obstante ambos se portaron como unos caballeros
y cuando hay educación, buen ánimo y concordia el futuro no parece tan negro.
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