Café con saber a traición
Autor: Victoria Falcón Aguila
La
citaron muy de mañana, a la hora en que el olor del café termina por despertar
a la ciudad.
La
reunión estaba prevista en la torre donde él tenía sus oficinas. Llegó temprano,
no quería ser informal además había pasado mucho tiempo esperando un espacio
en la agenda de él, así que no perdería la oportunidad; esa cita era muy
importante para seguir con su investigación.
Abordó
el elevador un tanto nerviosa; ese hombre aún sin conocerlo en persona le
imponía
respeto
y un poco de miedo, era bien sabido lo implacable que era en los negocios.
Para
tranquilizarse se miró en el reflejo de las paredes de acero y comenzó alisarse su rubia cabellera hasta que las puertas del ascensor se abrieron para dar paso a una
lujosa estancia.
Un poco torpe se dirigió a la recepcionista:
--Buen
día tengo cita con el presidente.
--Su
nombre por favor. –Le preguntó la empleada.
--Registraron
mi cita como “firewall”.
--Si,
aquí está, por favor tome asiento y espere a que le llamen.
Mientras
esperaba comenzó a ver a su alrededor, algo le pareció que desarmonizaba la
moderna decoración: una pintura donde se mostraba un jardín descuidado y al
fondo una casa apenas perceptible, cubierta de enredaderas; le dio escalofríos el
solo verla.
Afortunadamente
no tuvo que esperar mucho tiempo, pronto la recepcionista le indicó
el camino a presidencia.
Mientras
caminaba detrás de la esbelta mujer, revisó su atuendo; lo menos que deseaba era verse desaliñada. Las fotografías que había de él en internet, le indicaban que era un hombre apuesto y bien
vestido, siempre fotografiado con jóvenes
bellas y muy elegantes.
--¡Tranquila!
no eres una modelo y no vas a una cita. –Se reprendió a sí misma.
--Adelante,
la esperan. –La empleada abrió una pesada puerta de madera, al tiempo que con la mano le indicaba pasará.
--Se
irguió y con paso firme entró a la habitación.
--Buen
día, soy “Firewall”, tengo cita.
Dos
hombres que estaban sentados, la vieron sin responder.
Su
seguridad de pronto quedó en el suelo, se sintió como bicho raro, no sabía si
avanzar, sentarse o irse.
Una
voz que provenía de una habitación adjunta, le indicó tomara asiento.
--En
seguida voy con usted, estoy en una llamada. –Era él, no lo vio pero le reconoció
la voz, había buscado algunos videos de entrevistas en la televisión, deseando entender
un poco su personalidad y saber como debía conducirse.
--¡Definitivamente
has violado el convenio!, ¡no soportaré otra falla¡ -El hombre en la otra habitación,
comenzó a gritar.
Los
que estaban ahí, no se inmutaron, pero ella sintió temblor en las piernas; gritaba
y se le escuchaba muy disgustado.
Se
había preparado tanto para esa reunión que temió que con ese humor, su presentación fracasaría.
Cerró
los ojos diciéndose que todo estaría bien.
--Bien
señorita “Firewall”, tratemos nuestro asunto. –Abrió los ojos para darse cuenta
que lo tenía enfrente. Intentó levantarse de su asiento, pero él le puso la
mano en el hombro indicándole no lo hiciera. Se sentó junto a ella en el amplió
sillón.
--Aquí
es más agradable que en el escritorio, ahí se tratan los asuntos espinosos…, no
se preocupe por mis amigos, a ellos les toca mirar, oír y callar. Todos estamos atrapados en esta torre, incluyendo usted.
Sus
palabras le resultaron desconcertantes, ¿estaría loco, drogado o era un
fanfarrón?
--Ja,
ja, no se asuste, cuando digo que estamos atrapados, es porque no podremos movernos
de aquí hasta que lleguen los resultados. En tanto, le
pediré un café.
Su
compañero había sido el encargado de llevar días antes “el libro” al despacho del perito, para su tasación y comprobar su
autenticidad; requisito que les exigieron para apoyarlos con su
investigación.
Solo quedaba esperar el resultado del peritaje y al parecer, aún
no había sido entregado.
--No
se preocupe mi mensajero está por llegar ¿le incomoda esperar?
--No,
para nada, de hecho si gusta puedo comenzar a presentar el proyecto de la investigación, así ahorramos tiempo.
--No
se moleste, esperemos el resultado del peritaje, en los negocios no es bueno echar
a volar las campanas antes de tiempo. Tome su café.
--Como
usted diga... Esperemos.
Los
hombres que los acompañaban se levantaron y sin decir nada, salieron de la
habitación custodiando al presidente, quedándose sola.
Habría
pasado quizá una hora, la misma que se le hizo eterna y en la cual se dedico a
llamar y mandar mensajes a su compañero, sin éxito. Su última
conexión a internet fue a las nueve de la noche del día anterior, la misma hora
en que habían dejado de hablar.
Sentía
preocupación, pues no se había comunicado para saber el resultado de la reunión; estaba emocionado
igual que ella por obtener los recursos para la investigación y su silencio le
causaba agobio, el mismo que se incrementó cuando el presidente entró por
la puerta diciéndole:
--Lo
siento señorita, “el libro” nunca llegó con el perito, creo que su compañero la
traicionó.
Continuará...
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