domingo, 22 de marzo de 2020

El Libro, Capítulo II



Café con saber a traición

Autor: Victoria Falcón Aguila

 Mientras el tren continuaba su marcha se le ocurrió saltar de él, pero ¿valía la pena arriesgar la vida por el libro? De inmediato desechó la idea (los hombres que la custodiaban se lo impedirían, eran más fuertes que ella), así que se relajó e intento dormir un poco, aunque era obvio que no podría, todo esto le causaba demasiada ansiedad; le fue inevitable traer a su mente el recuerdo del capitulo donde todo comenzó:

La citaron muy de mañana, a la hora en que el olor del café termina por despertar a la ciudad.
La reunión estaba prevista en la torre donde él tenía sus oficinas. Llegó temprano, no quería ser  informal además  había pasado mucho tiempo esperando un espacio en la agenda de él, así que no perdería la oportunidad; esa cita era muy importante para seguir con su investigación.

 Se registró en recepción y el guardia de seguridad le dio un pase indicándole en que piso la esperaban.
Abordó el elevador un tanto nerviosa; ese hombre aún sin conocerlo en persona le imponía
respeto y un poco de miedo, era bien sabido lo implacable que era en los negocios.
Para tranquilizarse se miró en el reflejo de las paredes de acero y comenzó alisarse su rubia cabellera hasta que las puertas del ascensor se abrieron para dar paso a una lujosa estancia.
Un poco torpe se dirigió a la recepcionista:
--Buen día tengo cita con el presidente.
--Su nombre por favor. –Le preguntó la empleada.
--Registraron mi cita como “firewall”.
--Si, aquí está, por favor tome asiento y espere a que le llamen.

Mientras esperaba comenzó a ver a su alrededor, algo le pareció que desarmonizaba la moderna decoración: una pintura donde se mostraba un jardín descuidado y al fondo una casa apenas perceptible, cubierta de enredaderas; le dio escalofríos el solo verla.
Afortunadamente no tuvo que esperar mucho tiempo, pronto la recepcionista le indicó el camino a presidencia.

Mientras caminaba detrás de la esbelta mujer, revisó su atuendo;  lo menos que deseaba era verse desaliñada.  Las fotografías que había de él en internet,  le indicaban que era un hombre apuesto y bien vestido, siempre fotografiado con  jóvenes bellas y muy elegantes.
--¡Tranquila! no eres una modelo y no vas a una cita. –Se reprendió a sí misma.
--Adelante, la esperan. –La empleada abrió una pesada puerta de madera,  al tiempo que con la mano le indicaba pasará.
--Se irguió y con paso firme entró a la habitación.
--Buen día, soy “Firewall”, tengo cita.
Dos hombres que estaban sentados, la vieron sin responder.
Su seguridad de pronto quedó en el suelo, se sintió como bicho raro, no sabía si avanzar, sentarse o irse.
Una voz que provenía de una habitación adjunta, le indicó tomara asiento.
--En seguida voy con usted, estoy en una llamada. –Era él, no lo vio pero le reconoció la voz, había buscado algunos videos de entrevistas en la televisión, deseando entender un poco su personalidad y saber como debía conducirse.

--¡Definitivamente has violado el convenio!, ¡no soportaré otra falla¡ -El hombre en la otra habitación, comenzó a gritar.
Los que estaban ahí, no se inmutaron, pero ella sintió temblor en las piernas; gritaba y se le escuchaba muy disgustado.
Se había preparado tanto para esa reunión que temió que con ese  humor, su presentación fracasaría.
Cerró los ojos diciéndose que todo estaría bien.

--Bien señorita “Firewall”, tratemos nuestro asunto. –Abrió los ojos para darse cuenta que lo tenía enfrente. Intentó levantarse de su asiento, pero él le puso la mano en el hombro indicándole no lo hiciera. Se sentó junto a ella en el amplió sillón.
--Aquí es más agradable que en el escritorio, ahí se tratan los asuntos espinosos…, no se preocupe por mis amigos, a ellos les toca mirar, oír y callar. Todos estamos atrapados en esta torre, incluyendo usted.
Sus palabras le resultaron desconcertantes, ¿estaría loco, drogado o era un fanfarrón?
--Ja, ja, no se asuste, cuando digo que estamos atrapados, es porque no podremos movernos de aquí hasta que lleguen los resultados. En tanto, le pediré un café.

Su compañero había sido el encargado de llevar días antes  “el libro” al despacho del perito, para su tasación y comprobar su autenticidad; requisito que les exigieron para apoyarlos con su investigación. 
Solo quedaba esperar el resultado del peritaje y al parecer, aún no había sido entregado.
--No se preocupe mi mensajero está por llegar ¿le incomoda esperar?
--No, para nada, de hecho si gusta puedo comenzar a presentar el proyecto de la investigación, así ahorramos tiempo.
--No se moleste, esperemos el resultado del peritaje, en los negocios no es bueno echar a volar las campanas antes de tiempo. Tome su café.
--Como usted diga... Esperemos.

Los hombres que los acompañaban se levantaron y sin decir nada, salieron de la habitación custodiando al presidente,  quedándose sola.

Habría pasado quizá una hora, la misma que se le hizo eterna y en la cual se dedico a llamar y mandar mensajes a su compañero, sin éxito. Su última conexión a internet fue a las nueve de la noche del día anterior, la misma hora en que habían dejado de hablar.
Sentía preocupación, pues no se había comunicado  para saber el resultado de la reunión; estaba emocionado igual que ella por obtener los recursos para la investigación y su silencio le causaba agobio, el mismo que se incrementó cuando el presidente entró por la puerta diciéndole:

--Lo siento señorita, “el libro” nunca llegó con el perito, creo que su compañero la traicionó.

Continuará...


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