sábado, 1 de septiembre de 2012

Cavilaciones


                                                 

(Telémaco canto I, la Odisea)


                                                       Desprendida la delicada túnica de mi cuerpo me dispongo a descansar. Euriclea prudente anciana, me ha dejado solo con mis pensamientos. El vellón de oveja invita al sosiego más la oscuridad trae angustia, doy vueltas tratando de hundirme en el sueño sin conseguirlo.
Retumban en mi mente las palabras que mi padre dijo a mi madre antes de partir: “Si no regreso de Troya no debes quedarte sola, Telémaco necesita un padre; si no he vuelto para cuando nuestro hijo sea un hombre, toma esposo”. 


Han pasado diez años ya desde su partida, Penélope fiel esposa aún lo espera sin embargo, los pretendientes insisten que elija a uno de ellos están impacientes por tomar el trono de Ulises y gozar de todas sus riquezas, paciencia y fidelidad han sido puestos a prueba…Todos desean compartir el lecho con mi madre, ruego a Zeus me conceda un día vengarme de sus obras; tomando posesión del mando de mi casa los he citado en el ágora al alba, donde les informaré que deben abandonar el palacio, es necesario dar un paso atrás, ir al inicio: haré el viaje que el huésped de ojos de lechuza me aconsejo, pero antes debo dejar las cosas claras en Itaca.
¡Oh! Divina Afrodita madre de Cupido niega el amor a Penélope, ordena a tu hijo que su certera flecha no de en el blanco, no hasta que regrese con noticias de Ulises, después de todo ya soy hombre y no necesito padre, no otro que no sea aquel cuya ausencia se ha hecho tan larga.
Mi meditación me impide dormir, será mejor dar un paseo por la playa bajo la sombría noche pues la esclava se llevó consigo la tea encendida. La soledad y el arrullo de las olas son buenas compañías…Necesito pensar, traer el recuerdo de mi padre, sentir su astucia debo confiar en que yo la herede, aludir mi existencia es referirme al sagaz Ulises a su ingenio por el que Troya fue tomada; así mismo debo crear una estrategia para deshacerme de los melenudos, antes de partir a Pilos.
La arena horada mis pies y las huellas recuerdan de donde vine; los cerros y el horizonte me reclaman como hijo de Odiseo amo de esta tierra “Itaca” ponen sus esperanzas en mí de llevar a cabo la tarea incierta en su éxito que me ha encomendando la divina Atenea, ¡yo! un aprendiz de rey, ¿cómo llevare a cabo tal encomienda?
¿Qué cosa me pregunto?
¡Soy hijo de héroe!, ¡debo defender mi heredad, no dejare que me arrebaten lo mío, lo inalienable!
Se asoman los primeros rayos del sol momento idóneo para un baño de purificación... Sumergido en el mar me proclamo heredero absoluto de Odiseo dueño y señor de todo lo que hay en esta isla a él, solo a él deberé de honrar, me niego a que su nombre y hazañas queden en el olvido.
Abandonando las aguas dejo atrás mis dudas y miedos estoy listo para emprender el viaje.

Victoria Falcón Aguila Agosto 2012 D.R